Verde. Un semáforo que nos indica que podemos continuar, sin miedos, sin preocupaciones, libres. Un color, el del campo, el de la naturaleza, el del positivismo, el de la salud, el de la libertad. Hacia la Salamanca verde, la del campo, la del hombre curtido en el trabajo, la de la austeridad, la verdadera, la orgullosa de sus hombres y de sus animales; hacia el Campo Charro. Nos encontramos en su mismísimo corazón, que bombea por sus cauces el preciado elixir que da vida desde tiempos inmemoriales a los moradores de estas tierras. En casa de un ganadero de abolengo, de los de reata añeja.
El anhelado verde del campo, de la hierba que prácticamente acaricia la panza de los animales, contrasta con la oscuridad del destino de miles de guerreros bravos que la tempestad del maldito bicho ha segado y segará en la lobreguez de un triste anonimato. Oprimidos por la mordaza de tela que nos priva del aire puro del campo, paseamos nuestra afición, nuestro alma, entre los jaramagos, margaritas, amapolas, chupamieles y dientes de león florecidos en los acotados de Las Tapias.
Encinas, robles y quejigos en su apogeo nos cobijan. A la vera de sus recios troncos, los pelos colorados, castaños, chorreados y negros de los bureles, truenan su sordo poder exhibiéndose ante nosotros en plenitud.
En la oscuridad de los gafas que cubren la mirada de su criador, encierra el chaparrón que atormenta su alma por la aciaga situación, templando sus nervios al amor del tenue humo de su inseparable habano.
Resguardados bajo la sola compañía del toro bravo, descifrándolo con susurros, soñándolo con palabras, amándolo con miradas, perpetuando su legado con efímeros destellos, recuerdos que quedarán grabados a fuego en nuestra memoria.
La tertulia avanza, al ritmo de galope al compás de muñecas de seda meciendo la franela por alberos dorados. “[…] Paula […] Urdiales […] Villalpando […] Joselito […] Téllez […] El Fino […] cultura […] arte […] empaque […] naturalidad […] Ramos […] La Janda […] Salvador […] José Luis […] Ingresado […] Ilusión […] Espiguito […]”; palabras que son más que palabras, que desprenden sabiduría en cada letra, que rezuman pasión por la ganadería, ilusiones renovadas que llenan el verde corazón de quien nos permite disfrutar de su más preciado tesoro.
Como palomas blancas en son de paz, augurando una tregua infinita en la guerra que nos ocupa día y noche, delicadas estelas de bravura, alevines de toritos de fantasía colorean el floral horizonte del cerrado.
Una amorosa sonrisa de hombre enamorado se dibuja en el gesto de don Alberto Orive.
Los pequeños príncipes de la casa, vestidos de multicolores trajes como pequeños infantes de la corte, se acercan hasta su criador como si entendieran, como si compartieran con él sus esperanzas, el anhelo de ser, de volver, de llenar nuestra piel de toro de emoción, de triunfos, de olés, de arte; volver a llenar a los aficionados de ilusión.
Nos recogemos emprendiendo el camino de vuelta a la lucha contra nuestra actualidad tras habernos evadido por unos momentos de este mundo.
El sol comienza a esconderse tras la silueta de nuestro bosque de quercus milenarios mientras una tímida llovizna moja suavemente nuestra cabellera. Un escueto silencio se rompe por el trinar alegre de los pajarillos, las madres bravas claman al cielo su privilegiada vida en la dehesa mientras el mágico carro de Iris desciende desde el Olimpo con su mensaje lleno de ilusiones y esperanzas.
Juntos venceremos, el final ya se acerca, y volveremos.
Gracias por todo, por ti, por tus palabras, por tu afición, por tu valentía. Gracias ganadero.
Un día más Desde la Afición al Toro Bravo transmitiendo la verdad del toro bravo en el campo.
Texto: Adrián Pérez Pérez
2 Comments
Que Dios bendiga y de fuerza a todos ganaderos y que su recuperación sea rápida…ya que ellos depende nuestra fiesta..
Un abrazo y el reconocimiento a todo su esfuerzo.
Viva la fiesta brava porque es cultura y tradición.
Muchas gracias por tu comentario José Luis! Esto es lo que necesita nuestra fiesta nacional, mucha fuerza. Un abrazo!