Como un gran tesoro guardado celosamente por la mente más maravillosa de la historia de la charrería, a medio camino entre Ciudad Rodrigo y Campillo de Azaba, se encuentra olvidada, cubierta por el polvo de los recuerdos, la dehesa de Martihernando.
Allí fue donde durante varias décadas del siglo pasado, el “Mago de Campocerrado” colmó el encinar de brumas provenientes de los vahos de su alambique. Sigilosamente, forjaba su leyenda mientras destilaba la bravura negra, castaña y burraca de Los Bolsicos, la viveza colorada del norte y la listeza gris de los escuderos vallisoletanos que rezumaban las reses que allí pastaban.
Martihernando fue, es y será ese lugar oculto donde un ganadero único, fabuloso e irrepetible fue capaz de escribir con letras de oro su nombre dentro de la historia del Campo Charro.
Texto by Adrián Pérez Pérez