Nos encontramos desde hace ya unos meses ante una situación convulsa en todos los aspectos de nuestra tumultuosa existencia dentro del maremágnum urbanita que nos rodea. Portamos desde Marzo de 2020, y aún con visos de que per saecula saeculorum se quede entre nosotros, una alegórica mordaza quirúrgica que coarta nuestra libertad de comunicarnos, de gesticular, de besar, de susurrar, de silbar, de sonreír e incluso de expresarnos como nos place. Nos hallamos ante una privación de nuestro sino como animales sociales, como humanos, el relacionarnos sin trabas, el disfrutar de la compañía de quienes añoramos sin simulacros burdos de saludo, con la mano en el corazón, o simplemente sin saber cómo reaccionar para expresar el afecto hacia nuestros seres queridos. Debido a esta dichosa mascarilla, esa “alegórica mordaza”, y a nuestros incompetentes, dictatoriales e inquisidores gobernantes socialantitaurinos, miles y miles de españoles a los que nos une una misma pasión, la tauromaquia, nos hemos visto reprimidos, represaliados, exiliados y huérfanos de poder disfrutar del tótem ibérico del toro en fraternidad. Abocados a buscar refugio en las imágenes de nuestros recuerdos, en los tendidos desangelados de las plazas de toros, vacíos del calor de la histeria emotiva que se contagia por el roce y la proximidad del prójimo, o bien, enclaustrados en nuestras casas por no poder disfrutar del toro en la calle pero si de vueltas ciclistas multitudinarias; algunos pocos privilegiados entre los que nos encontramos, hemos tenido el grandioso privilegio de vivir el toro en el campo con mayor fervor que nunca antes. También el toro bravo ha sufrido la masiva ola mediática, económica y sanitaria de esta brutal pandemia, segando a su paso la vida de miles de cabezas de ganado, miles de animales patrimonio genético irrecuperable de la cabaña brava; pero lo que es muchísimo más importante, nos han dejado grandiosos e irrepetibles ganaderos en un corto lapso de tiempo. Pero como reza el dicho:
-“El campo no se para, ni el reloj tampoco”-.
El trabajo en el campo bravo no ha cesado en estos meses en los que nuestra existencia humana ha sido trastocada de maneras tan abrumadoras. El paradigma de la tradición, el cadencioso pero inexorable crepitar del minutero dando la hora y el respeto y culto a una filosofía centenaria, tienen en las suaves estribaciones de los campos de Trigueros uno de sus fortines más inexpugnables. Se cumplen ya cien años, un siglo en toda su extensión, del nacimiento de un hombre sin par, inconmensurable y fundamental, que en su bizarra juventud tuvo la brillante mentalidad y el arrojado corazón de lanzarse a vivir la osadía de convertirse en ganadero de reses de lidia.
Don Celestino Cuadri Vides, el de Comeuñas y Cabecilla Pelá, el señor del Cortijo Juan Vides que quiso y consiguió pasar a la historia como uno de los últimos ganaderos capaces de crear para sí, para su disfrute y el de todos los aficionados, un tipo de toro único y personal. Una res brava que compendia todos los atributos de la fiesta de toros íntegra: el vigor, el poder, la fiereza, la casta, el motor, la gallardía, el respeto, la nobleza y ante todos, la bravura.
Al lado de nuestro buen amigo el zalameño de estirpe de conquistadores de las minas del río Tinto, los pizarrosos cerrados de Comeuñas se nos antojan pequeños ante tal despliegue de hospitalidad.
Cada cancela que se abre a nuestro paso, se convierte en un libro de historia cuajado de anécdotas y sapiencias centenarias de la cría del toro bravo. A la voz del gran Gaspar y su:
– “Tioooooooooo, toma, toma, toma, bueeeenooooo” -.
Todos los animales a su cuido emergen en la inmensidad del bosque de quercus milenarios de la Onuba más campera, de la dehesa más primitiva, de la Huelva más apegada al terruño, a sus costumbres y tradiciones.
Los actuales reyes de la leyenda de los toros de Cuadri, los adalides de nacarados pitones y macizas proporciones se desperezan surcando las veredas dejando tras de sí un húmedo reguero de vida al acariciar suavemente con sus bezos las mareas de la mañana. Abordan los morriles rebosantes de su ración diaria de pienso y paja mirando despreocupados al horizonte. De vez en cuando, con faz agradecida lanzan una cómplice mirada a quiénes día tras día dejan a la puerta del cortijo sus mundanas preocupaciones para entregarse en cuerpo y alma a ellos; velando por su seguridad, por su salud, por su vida y por su estirpe.
Ganaderos, mayoral y vaqueros, verdaderos guardianes de una tradición empolvada dentro de legajos raídos ocultos en el fondo de quejumbrosos arcones fabricados con las oscuras maderas de tiempos pasados.
Hoy Don Fernando, quién durante cerca de tres décadas ha sido la cara visible de un hierro icónico e histórico, ha dejado paso a las nuevas generaciones de la casa, quienes plenos de energía vienen pisando fuerte. Jóvenes y entusiastas ganaderos que se han encontrado con la más difícil situación emocional, económica y ganadera de los últimos años en toda la cabaña brava española. Pero que con la misma prudencia, respeto y humildad que lo hiciese su abuelo Don Celestino, pero con la seguridad de saber que son únicos y absolutos valedores de una idiosincrasia propia en la cría del toro de lidia, han solventado y superado en un alarde de valentía y sapiencia.
No es banal la responsabilidad que levantan sobre sus hombros los jóvenes Cuadri ganaderos, puesto que lucen sus toros en la solana el anagrama de la H remachada. La H de Honor. La H de Honradez. La H de su provincia, de la Huelva más taurina y campera.
La H… La H de HISTORIA del campo bravo español.
No encontramos palabras para agradecer a todos y cada uno de los amigos y aliados que nos han ayudado a estar donde hoy estamos. No hallamos adjetivos para compensar tantísimos momentos vividos gracias al toro de lidia, nuestra pasión.
Mil gracias a todos, en especial a Don Fernando Cuadri, Don Luis, Don “Fernandillo”, Gaspar, José Escobar “Joe” y sobre todo a nuestro hermano más allá de Despeñaperros, Víctor Palmar García.
Tras un obligado parón, estamos de vuelta al pie del cañón, con las pilas cargadas y sobre todo, ávidos de seguir transmitiendo Desde la Afición al Toro Bravo, la verdad del toro en el campo.
Texto por Adrián Pérez Pérez